Una noche, terminando de trabajar, recibo un mensaje de una de mis compañeras del equipo de cuidados paliativos donde me decía que Valentina había fallecido.

Hacía muy poco habían pasado la interconsulta a nuestro servicio para que acompañemos su tratamiento. Mi compañera sabía que la paciente y yo veníamos trabajando juntas mucho tiempo antes de su internación.

Esa mañana había quedado internada por un laboratorio de control que no le dada bien. Valentina venía enferma hacía unos años,  pero no se encontraba en fin de vida.

Fue un golpe bajo. Desconcierto.

No supe qué pasó. Los médicos tampoco lo sabían.

Lo que sí sé, porque venía escuchándola, es que tenía recuperadas las ganas de seguir viviendo.  Fui testigo que coraje no le faltaba. Luchaba porque amaba a su familia. Quería permanecer más tiempo, principalmente con su esposo y sus tres hijos.

Durante cuatro años nos elegimos como paciente y analista. En un momento cambió de cama. Y pasó del diván de calle Tucumán a esperarme recostada en su propio domicilio, y también en las camas del hospital.

No la callaba nada. Siempre decidida a expresarse. Hasta una vez en terapia intensiva, sin voz y sin movilidad en medio cuerpo, me cuenta cómo se siente: “..encerrada en esta caja blanca sin ver a mis afectos, muy sola, necesito pasar al piso para poder recibirlos”. En ese momento no disponía de la palabra para hablar. Entonces  escribía. Yo leía y respondía. Colaboré en gestionar su pedido, agilizándolo al transmitírselo a los profesionales que la atendían. Logró bajar a una habitación de piso y recibir a su familia…

Al contactar con su esposo al día siguiente me comenta que habían decidido, Valentina junto al mayor de sus hijos, estar ambos presentes en nuestro encuentro para conversar conmigo. Estaba intrigado por el trabajo que su mamá hacía con la psicóloga. Y él también tenía sus propias dudas y angustias acerca de lo que venían viviendo, y con ella nos habíamos propuesto hacerle lugar al pequeño.

Ese día no llegó.

¿Cómo hacer para despedirla?

En general durante el transcurso de enfermedades crónicas contamos con cierto margen de tiempo que nos permite ir anticipando desenlaces. Con Valentina este tiempo existía, aunque de repente nos fue arrebatado.

En los últimos encuentros en su casa, veníamos leyendo a pedido de ella un cuaderno que decidió armar y regalarles a sus hijos. Si bien algunas personas sabían de su existencia, nadie aún lo había leído. La historia de sus padres, su nacimiento, su infancia, sus amigos, sus trabajos. Conocer el amor de la mano del papá de sus hijos. Y el nacimiento de ellos. Todo volcado allí, manuscrito, y acompañado con las imágenes de aquellas fotos que con dedicación fue seleccionando. 

Valentina venía viviendo con decisión, trabajando desde su cama en el cuaderno. También se permitió crear una marca propia para una actividad comercial que le resultaba muy placentera. Incluso había encontrado un lugar acorde para comenzar su rehabilitación y estaba contenta de poder hacerlo.

¿La irrupción de lo no previsto complejiza el trabajo de duelo?

Quizás. Aún así, es lo que debemos hacer, habilitar el espacio de despedida.

Claro que dependerá del vínculo que cada uno sostenía con ella.

El arsenal lógico-racional no nos sirve para nada. Haber razonado muchas veces que todos somos finitos y que por lo tanto en algún momento moriremos, es sólo una hipótesis en la que nos acomodamos conscientemente. Pero no resulta sencillo aceptarlo verdaderamente.

De todos modos es posible.

Categorías: Experiencias

1 comentario

Mumy · 14 agosto, 2021 a las 12:57 am

Conversando con mi analista sobre cómo afecta al común de las personas las diversas situaciones adversas a las que nos enfrenta la vida y de qué forma nos movilizan y conmueven y duelen, yo le preguntaba porqué los psicólogos superan y/o manejan mejor las contrariedades y experiencias dolorosas propias; y me contestó que era porque estaban preparados para eso.
Realmente tu trabajo es muy digno y loable, además de eficaz. La repentina muerte de Valentina te dejó con cosas por decir o compartir pero lograste hacerla feliz en sus últimos días.

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