ENTENDER PARA PODER ATENDER


Este año los Cuidados Paliativos merecen doble festejo. Por un lado, en un marco de alegría para quienes nos sentimos convocados por atravesar esta experiencia y para toda la comunidad que podrá beneficiarse de ellos, el pasado 6 de Julio el Congreso de la Nación Argentina aprobó la Ley Nacional de CP. Por otro, el segundo sábado del mes de octubre, se celebró de manera oficial el Día Mundial de los Cuidados Paliativos.

Ejercer los Cuidados Paliativos implica sostener una idiosincrasia basada

en una práctica y una ética determinadas.

Lejos de tratarse de consideraciones retóricas de temáticas sociales desestimadas como lo son el sufrimiento y la muerte, la práctica de los CP es un conjunto de múltiples intervenciones provenientes de diferentes disciplinas que tienen en común el abordaje terapéutico y existencial de la persona y sus allegados, quienes han recibido el diagnóstico de una enfermedad orgánica, crónica y progresiva.

Los Cuidados Paliativos se ajustan a una ética que considera el respeto por la vida y la muerte, la responsabilidad en la comunicación y la tolerancia de las diferencias. Se sostienen hasta el final de la vida y continúan más allá en el contexto del duelo.

Formación, Coraje y Apertura.

Quienes ejercemos los CP buscamos encarar la verdad de lo que acontece en los espacios donde nos desempeñamos desde nuestra propia vulnerabilidad. Sí, curiosamente es desde allí, y no desde el poder ni empleando soberbia. La herramienta esencial para habitar la escena es el vínculo que logramos tener primero con nosotros mismos para poder luego ofrecer un lugar sensato desde el cual acompañar y lograr permanecer sin huir. Para esto se requiere de formación, de coraje, y de apertura.

Sin embargo continua siendo un gran desafío hoy en día, ya que al sufrimiento y a la muerte se le da la espalda como a todo aquello que nuestra sociedad evacúa por desconocimiento, prejuicios, y miedos.

Pero por más que reneguemos el morir es un atolladero que se nos presenta a los vivos a pesar de los intentos por mantenerlo escondido o de pretender evadir el inevitable dolor que en algún momento nos toca vivir.

En un contexto cultural donde la moda por lo imperecedero y la gratificación inmediata son los protagonistas, el pensamiento crítico y sensato parece haber caducado. El morir ha pasado de un entorno familiar y comunitario a ser principalmente dominio de los sistemas de salud. Las redes sociales de apoyo han retrocedido a medida que el morir se vuelve desconocido y cada vez más medicalizado. Se han ido perdiendo tradiciones y conocimientos, y ganando  dificultades para aceptar la inevitabilidad de la muerte.

En este marco los CP promueven  humanizar el proceso al presentar un posicionamiento diferente frente al proceso de enfermar, al cuidado del moribundo y su círculo, y al proceso de morir.

Un derecho para todos.

Lo trascendente de la nueva ley es volver a colocar aquello que nos define como humanos en la escena pública. Nuestro lazo con las pérdidas y con nuestra propia finitud es un aspecto ligado al orden individual pero también al orden público. Por lo tanto practicar la democracia permitiendo el debate social al poder hablar entre todos sobre cómo morir en nuestro país se vuelve necesario e interesante, siempre que consiguiéramos no quedar subordinados a nuestros propios miedos y nos diéramos la oportunidad.

Otro aspecto importante a señalar es el acceso equitativo al que apunta la ley al incluir las prestaciones necesarias en los sistemas de salud tanto privado como público. Es decir, que  los CP no sean privilegio para pocos sino un derecho para todos.

En esencia se trata de la asistencia al paciente y su familia al momento de toma de decisiones vitales difíciles, acompañando y brindando información honesta a fin de preservar la dignidad de la persona enferma durante todo el transcurso de la enfermedad. Para que quien atraviese la etapa final de su vida y su entorno afectivo no tengan la sensación de abandono por quienes no pudieron curarlo.

Que una persona transite por una enfermedad que no sea curable

bajo ningún concepto quiere decir que no sea cuidable.

De hecho, el núcleo ideológico de los CP se sostiene precisamente en el concepto de cuidado. Cuidar implica estar presente, caminando a la par de la persona acompañada atendiendo a la diversidad de necesidades que se presentan. De allí la importancia de trabajar en equipos interdisciplinarios para lograr el alivio sintomático correspondiente a nivel físico y poder atemperar o transformar el sufrimiento existencial a nivel psíquico. De este modo se contribuye a su vez al tiempo posterior llamado duelo, favoreciendo el cierre de las biografías, etapa insoslayable y no menor a atender.

Para todo ésto es necesaria la capacitación de los equipos profesionales, que es otro de los puntos que también se señalan. Y es de suma relevancia. Ya que trabajar en este entorno con responsabilidad y sensibilidad nos abre a un espacio de verdad y a vivencias que suelen trascender la superficialidad cotidiana por la autenticidad de las experiencias al acompañar en momentos tan transcendentes de una vida humana.

Se requiere de un determinado nivel de conciencia para mantenernos lúcidos y serenos, sin vernos atrapados en el proceso. Se trata de cierta ecuanimidad que nos permite intervenir sin entorpecer.

Resta trabajar en las provincias a fin de que las diferentes jurisdicciones se unan a los alcances de esta Ley Nacional. Además podemos aumentar la capacidad de cuidado de las comunidades abordando la temática desde el nivel educativo, desde la escolaridad temprana.  Y así, en lugar de replicar miedos y prejuicios, abonar con recursos. Es decir, con palabras, con diálogos que apunten a conversar y no a adoctrinar, a fin de ir desarmando tabúes.  En algunas de nuestras ciudades ya se viene trabajando al respecto.

“Morir es una costumbre que sabe tener la gente…”

Decía Jorge Luis Borges en la Milonga de Manuel Flores: “morir es una costumbre que sabe tener la gente”.  Nos encontramos frente a la oportunidad de no añadir sufrimiento tratando de resolver el proceso de morir, el cual no es un problema. Conviene entender para poder atender.

Empero no se trata de una actitud que queda reducida al ámbito cognitivo y racional. Por el contrario, el acompañar a quienes se encuentran al borde del misterio nos invita a cuestionarnos porque la incertidumbre se esparce y también recae sobre nosotros y nos interpela.

Categorías: Reflexiones

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