Frente a la pregunta del lector acerca de quién escribe, puedo afirmar que aún no consigo responderla. Solo cuento con datos biográficos. Nací en el año mil novecientos setenta y seis, en la ciudad de Rosario, Argentina. Egresé en el año dos mil de la Universidad Nacional de Rosario con el título de Psicóloga y con una decidida inclinación por el psicoanálisis. Inicié mi actividad en salud pública, centros de salud barriales e institutos de especialidades médicas. Actualmente desarrollo mi práctica en consultorio, y dentro de un hospital en las áreas de Cuidados Paliativos y de Oncología.

Sin deliberarlo demasiado y a raíz de una invitación que recibí, comencé hace mucho tiempo a trabajar en Psicooncología. No terminaba de darme cuenta cuál era, ni del porqué de mi incomodidad, pero sentía que acarreaba una pieza suelta que al andar me hacía ruido. Hace unos años me fue propuesto integrar también el servicio de Cuidados Paliativos. Efectivamente el horizonte podía ser diferente. Es decir, no tenía porqué desvanecerme junto con los médicos oncólogos cuando para el paciente ya no había chances curativas. Para mí fue un alivio acercarme más al sufriente, acompañarlo todo el recorrido, y continuar trabajando con los paliativistas cuando el médico de referencia da un paso al costado. En definitiva, no renegar insensatamente con la ineludible incertidumbre y por supuesto, con el final de vida.

La niña que fui, que veía con ojos expectantes a los adultos que la rodeaban, se preguntaba cómo sería aquel mundo de los grandes. Su mayor desacierto fue suponer que el envejecer venía de la mano de la madurez. Hoy en día, cerciorada de aquella asociación errónea, elijo preguntarme por lo que trae el paso del tiempo y en lugar de darle la espalda a lo inevitable, prefiero mirarlo a los ojos.

Muchas veces es necesario sumergirse en el caos. Vale decir, frente a la crisis, redoblar la apuesta!

En mi caso de la mano de mi análisis personal. Al revolverme obtengo una mezcla agridulce que por momentos se me vuelve apetecible y me impulsa a la escritura. Condenada por el deseo que me habita decido entonces hacerle lugar, inaugurando este espacio de palabras con el objetivo de compartir mi recorrido con aquellos durmientes que, como quien escribe, se encuentran dispuestos a despertar.

De allí vengo y por aquí me encuentro.

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