Cada vez que digo que me dedico a los Cuidados Paliativos, mi interlocutor me mira con desconfianza, frunciendo el ceño, o con un gesto de malestar estomacal repentino. Y generalmente comenta «..difícil eso..»

Y sí. Vivir muchas veces es difícil cuando no sabemos cómo hacerlo. ¿Y al final, llegamos habiendo aprendido algo?

Es una práctica que genera todo tipo de resistencias, y en ese punto se vincula con el Psicoanálisis. Desde la población en general, hasta la propia comunidad médica al demorar las derivaciones de pacientes. En parte, debido a la frustración de ya no poder “curar”. En parte, por lo aún poco amable que suena el término paliativo, generalmente asociado con el ocaso de la vida.

Sabemos que no seducimos demasiado con lo que hacemos quienes estamos implicados en esta labor. Sino más vale su opuesto, me animo a decir: rechazo, encubierto o reconocido. Da igual.

Trabajamos para generar mejores espacios desde los cuales acompañar a quienes se encuentran transitando alguna enfermedad que amenaza su vida. “Comprender que una persona con enfermedad incurable no es una persona incuidable” es la esencia de los Cuidados Paliativos.

En este contexto, lo que puedo afirmar es que no resulta sencillo hacer conjugar la subjetividad en territorio médico.

¿Cómo es trabajar en Cuidados Paliativos para alguien que maneja un discurso y una práctica diferente al de los galenos? Me lo reformulo constantemente. Evidentemente diferirá de la práctica clínica del consultorio, y claramente también de la práctica asociada a la medicina y a las otras afines.

* Buscamos aliviar el sufrimiento: ¿Pero cuál sufrimiento? ¿Qué entendemos por sufrimiento? ¿Todos los intervinientes entendemos lo mismo? Evidentemente cada uno lo hará desde lo propio. Mejorando síntomas físicos y haciéndole lugar al malestar psíquico al ofrecer un espacio de circulación de palabras y un tiempo de escucha. Para cada paciente una confección a medida. Trabajamos con la singularidad pero desde un abordaje plural. Más de una especialidad aparece en escena, médicos, representantes del área psi, enfermeros, kinesiólogos, nutricionistas. Asimismo se le hace lugar a la demanda que recibimos de parte del entorno afectivo del paciente. Concretamente acompañando durante el proceso, pero también luego y dependiendo del caso por caso, al momento del duelo.

* El objetivo es “devolver dignidad, volver a armarla cuando se desarma”: Claro que esta idea de dignidad dependerá exclusivamente de cada persona, por eso intentamos no sostenerlo como un universal. Sino desde el respeto acorde a cada singularidad. De allí que lo que exprese alguien como necesidad y/o deseo nunca será lo mismo que lo que exprese el vecino de la cama de lado. Es una construcción en la que se busca acompañar para que pueda ser expresada la voluntad, pero siempre a medida. Sería una inmensa necedad dejar la interpretación a cargo nuestro, arrogándonos cualquier tipo de conocimiento sobre el tema, al mejor estilo paternalista. La idea siempre es poder escuchar, y luego actuar.

* Reconocemos la extrema vulnerabilidad por la que está atravesando una persona cuando necesita ser asistida por otras. No debe nunca ser sin respeto. El mismo respeto que en general nadie se atreve a cuestionar cuando una persona nace, debería seguir existiendo cuando esa misma persona está por morir. Dado la confusión que se presta con facilidad a la lectura sobre el “asistencialismo”, me interesa aclarar que, al menos desde mi práctica, no se trata de eso. La ética en juego no se distorsiona. Existen particularidades en esta etapa, inevitables por cierto, como lo son el tiempo apremiado, el deterioro físico, la progresiva pérdida de capacidades y autonomía, y la cercanía a la muerte que le dan sus características a la escena. Por lo tanto el marco en el que se desarrolla esta praxis tiene su particularidad y es por eso que pienso que el encuadre y el abordaje requieren de una especificidad.

Entonces, qué lugar posible para un psicoanalista al ofrecerse aquí? Creo que la decisión en juego es la de no sucumbir. La de decidir por ejemplo, desde qué lugar sostener la escena, a fin de preservarnos de la caída a aquel sitio tan habitual, la del abandono. Permanecer a pesar del escenario sombrío ya que a veces prevalece la desolación. No rendirnos a pesar del inminente destino biológico quedando embrujados por la decrepitud de los cuerpos o por los pronósticos médicos. ¿Cuándo se comienza a morir? ¿Quién responde, la ciencia? ¿O los propios protagonistas al tomar la palabra y empezar a decir acerca de lo que están viviendo o dejando de vivir? Quizás un lugar posible pueda ser el de ir despejando y abriendo paso al orden simbólico, donde a pesar de la pregnancia de las imágenes ligadas al deterioro, la apuesta continúe siendo el trabajo ligado a la escucha.

A pesar de la escasa simpatía que genera nuestra labor, los Cuidados Paliativos podrían ser para todos. Quiero decir, no se presentan asociados a determinada edad ni tampoco a los géneros. Pueden recibirlos quien esté sufriendo a raíz de alguna patología progresiva, como los recién nacidos en neonatología, los niños, los jóvenes, los adultos y los ancianos. Se estima que el 70% de la población mundial los requerirá. Sólo el 30% morirá súbitamente o por causas accidentales sin atravesar enfermedades con cierta cronicidad. En el contexto de lo que se presenta como inevitable, que pueda recibir atención y sentirse aliviado si así lo desea quien está atravesando un proceso doloroso, ¡verdaderamente es una buena noticia!

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Sin embargo la resistencia persiste.

Nadie quiere pensar(se) en este tema. ¿Cuál es el tema? El tema es la muerte. La propia, y la de las personas que queremos.

No es ninguna novedad para quienes trabajamos con la subjetividad y desde una lectura psicoanalítica, la imposibilidad de significar la muerte cuando no hay significante para ella. Precisamente de esto se impregna el escenario. Por lo que pienso que el convite a esta práctica no seduce demasiado, volviéndose poco tolerable para quien no esté dispuesto a nadar permanentemente en “castración” (en términos freudianos).

Categorías: Reflexiones

1 comentario

griselda · 30 junio, 2021 a las 1:08 pm

Buen día!
Es lo que estoy viviendo tratando de ayudar a alguien abatido por el cáncer que se entregó a todo y no encuentro recurso para ayudarlo. No soy profesional pero sí estoy muy vinculada.
Gracias por tener este espacio tan lindo María Eugenia.

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